lunes, 15 de abril de 2013

LA PROBLEMATICA QUE SE VIVE EN EL SALVADOR







La Mara Salvatrucha, o MS-13, es tal vez la pandilla callejera más conocida en el hemisferio occidental. Aunque tiene sus orígenes en la década de los ochenta en los barrios pobres de refugiados de Los Ángeles, el alcance de la pandilla ahora se extiende desde países centroamericanos como El Salvador y a través de México, los Estados Unidos, y Canadá. Roban, extorsionan, intimidan en los barrios y han incursionado gradualmente en crímenes trasnacionales como el tráfico de personas y el tráfico de drogas. Sus actividades han ayudado a hacer del Triángulo del Norte -- Guatemala, El Salvador, y Honduras – el lugar más violento en el mundo que no está en guerra. En octubre de 2012, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos calificó al grupo como una “organización criminal trasnacional”, la primera designación para una pandilla callejera de Estados Unidos.


 
La MS-13 fue fundada en los barrios de Los Ángeles en los años ochenta. Como resultado de las guerras civiles en El Salvador, Guatemala, y Nicaragua, los refugiados se movieron masivamente hacia el norte. Muchos de ellos terminaron en Los Ángeles, viviendo en su mayoría en los barrios mexicanos del este de Los Ángeles. Mientras las pandillas mexicanas reinaban en el bajo mundo local, los inmigrantes endurecidos por la guerra fácilmente se organizaron en grupos rivales. El más fuerte de ellos se llamó la Mara Salvatrucha.

La pandilla inicialmente estuvo compuesta por refugiados de El Salvador en el barrio Pico Unión, que es de donde proviene el nombre: “mara” es un término centroamericano para pandilla; “salva” se refiere a El Salvador; “trucha” es un término del argot para “inteligente” o “fuerte.” Sin embargo, con la concentración de hispanoparlantes en Los Ángeles, la pandilla se expandió a otras nacionalidades y luego a otras ciudades.

Los rivales de la pandilla tomaron nota. Una, conocida como la Mafia Mexicana, o “la M”, una de las más legendarias pandillas de California, decidió incorporar a la MS a su alianza regional latina de pandillas. Llamados los “Sureños,” la alianza incluyó a varias pandillas prominentes y se desplegó en gran parte del suroeste de los Estados Unidos y México. Proporcionó más protección a la MS en los barrios y en prisión. A cambio, la MS suministró sicarios y añadió a su nombre el número 13, la posición que ocupa la M en el alfabeto. De este modo, la MS se convirtió en MS-13.



A finales de los años noventa, Estados Unidos trató de hacer frente a lo que estaban empezando a reconocer como una amenaza criminal significativa. En parte como una manera para lidiar con la MS-13, y en parte como producto de la dura presión migratoria hacia el final de la presidencia de Bill Clinton, el gobierno comenzó un programa de deportación para residentes nacidos en el extranjero condenados por una amplia gama de delitos. Esta política de deportación a su vez incrementó enormemente el número de miembros de la pandilla enviados a El Salvador, Honduras, Guatemala, y otros países. Según una estimación, 20.000 criminales regresaron a Centroamérica entre 2000 y 2004. Esta tendencia continúa. Un oficial del orden público estadounidense  dijo a InSight que Estados Unidos envía de regreso a 100 ex-convictos por semana sólo para El Salvador.


Los gobiernos centroamericanos, algunos de los más pobres y más ineficientes en el hemisferio occidental, no fueron capaces de lidiar con la influencia criminal, ni tampoco fueron debidamente advertidos por las autoridades estadounidenses. Los convictos, que a menudo sólo tenían la más escasa conexión con sus países de origen, tuvieron pocas posibilidades de integrarse en la sociedad legítima. A menudo ellos retornaron a lo que conocían mejor: la vida pandillera.
De este modo, la decisión de utilizar la política migratoria como una herramienta contra las pandillas generó el violento crecimiento de la pandilla en el Triángulo del Norte: El Salvador, Guatemala, y Honduras. Las cifras varían pero el Comando Sur de los Estados Unidos dice que hay unos 70.000 miembros de pandillas en el Triángulo del Norte. La proliferación de las pandillas ha acompañado el aumento en las tasas de homicidios. El área tiene la tasa de homicidios más alta del mundo, en una región que no está en guerra.
De estas pandillas, la MS-13 es la más grande de la región. La migración centroamericana hacia otras partes de Estados Unidos, como el área de Nueva York y Washington D.C., contribuyó a fomentar la difusión de la MS-13 en  Estados Unidos también. Los vínculos de la MS-13 con el tráfico ilegal de personas desde Centroamérica, ha contribuido a fortalecer el lugar de la pandilla en el atestado panorama criminal de México, especialmente en la región fronteriza del sur.



Modus Operandi
Sobre el papel, la MS-13 tiene una jerarquía, un lenguaje, y un código de conducta. En la realidad, la pandilla está poco organizada, con células en toda Centroamérica, México y los Estados Unidos, pero sin un solo líder reconocido. Los líderes son conocidos como “palabreros”. Estos líderes controlan lo que se conoce como las “clicas,” las células que operan en territorios específicos.
Estas clicas tienen sus propios líderes y jerarquías. La mayoría de las clicas tienen la “primera palabra” y “segunda palabra,” en referencia al primero y segundo al mando. Algunas clicas son trasnacionales; algunas luchan con otras y tienen reputaciones más violentas. Algunas clicas controlan clicas más pequeñas en una región determinada. También tienen tesoreros y otras posiciones pequeñas de funcionarios.
Las principales actividades de la MS-13 varían mucho de una región a otra. En Centroamérica, donde el alcance y el tamaño de la pandilla (en relación a las proporciones generales) es más grande, las operaciones de la MS-13 son más diversificadas. Esto incluye la extorsión, el secuestro, y el control del mercado ilegal de drogas en el barrio. Sus delitos, como la extorsión a compañías de autobuses, son posiblemente más perjudiciales diariamente para más personas, que cualquier otra actividad criminal en la región. En los Estados Unidos, por el contrario, la pandilla opera más como una pandilla callejera estadounidense, con un énfasis en las ventas locales de droga y la “protección” del territorio urbano.
La MS-13 también mantiene su relación con la “M”. La MS-13 ha designado algunos intermediarios para pasar un tributo a la pandilla en Los Ángeles. Algunos establecen que las dos organizaciones han formado un triángulo internacional de poder de personas que pasan del área de Los Ángeles a El Salvador y de vuelta a través del corredor Washington D.C. – Virginia.



Con sus raíces históricas en Centroamérica y las ciudades de los Estados Unidos, gran parte del reciente crecimiento de la MS-13 se ha concentrado en México. La pandilla es más fuerte en la región fronteriza con Guatemala, especialmente en el estado de Chiapas. Atraídos por las decenas de miles de migrantes centroamericanos que buscan un corredor ilegal a través de México hacia los Estados Unidos, la MS-13 se ha convertido en uno de los jugadores más importantes en la floreciente industria del tráfico de personas en la nación.
Gracias en gran parte a su territorio compartido, la MS-13 también ha comenzado a forjar relaciones con algunas redes trasnacionales de tráfico de drogas. En Centroamérica, la MS-13 provee mano de obra crucial para las organizaciones extranjeras, ayudando a grupos como los Zetas y el Cartel de Sinaloa a vender drogas en el mercado local, intimidar rivales, y llevar a cabo ejecuciones. 



Tal vez el ejemplo más obvio sea la ya mencionada política de deportaciones de extranjeros condenados por delitos en los Estados Unidos. Sin embargo, los gobiernos centroamericanos también han contribuido: las políticas de “mano dura”, que encarcelaron a jóvenes sobre la base de la apariencia y la asociación así como por las actividades criminales, se convirtió en la norma después de su implementación por el Presidente salvadoreño Antonio Saca, a principios de los
2000s. Como resultado, El Salvador, Honduras, y Guatemala vieron a la población carcelaria desbordarse con miembros de la MS-13 y otras pandillas.
Debido a los frágiles sistemas carcelarios en cada uno de esos países no estaban preparados para la repentina afluencia de miles de miembros de pandillas organizados y violentos, la violencia aumento considerablemente al interior de las cárceles.  Como respuesta, las autoridades separaron a las pandillas, pero esto les abrió un espacio para organizarse. En prisión, por ejemplo, se les da una libertad y una seguridad que ya no es posible tener por fuera. Frecuentemente tienen acceso a teléfonos celulares, computadores, y televisión. Como resultado, las filiales de la MS-13 en Centroamérica han podido reconstruir sus estructuras organizativas desde el interior de las cárceles, así como expandir su capacidad de llevar a cabo delitos como secuestros, robo de autos, esquemas de extorsión, y otras actividades criminales.
La pandilla se encuentra actualmente en  segunda o tercera generación y el ciclo parece difícil de romper. Los jóvenes entran a la pandilla debido a que a menudo la ven como su único camino a través de la creciente violencia que los rodea. La entrada es a menudo igualmente violenta, incluyendo una fuerte golpiza de 13 segundos que muchas veces puede terminar en tragedia, incluso antes de que la carrera en la pandilla comience. Los miembros antiguos buscando escaparse encuentran reglas internas que podrían haber creado para prevenir la separación de muchos de ellos. Algunas clicas, por ejemplo, penalizan la deserción matando a la persona. Incluso si pueden escapar de su membresía, sus tatuajes a menudo los marcan de por vida.



En El Salvador, por lo menos, en los últimos meses los miembros de la MS-13 han tenido un respiro de su habitual estilo de vida violento. En marzo de 2012, los líderes de la MS-13 y sus rivales del Barrio 18 acordaron una tregua nacional negociada a través de grupos de la comunidad y la iglesia, y facilitada por el gobierno. El aparente cese al fuego fue seguido por una gran caída en la tasa de homicidios de El Salvador, la cual muchos esperaron que marcaría un mayor cambio en la seguridad ciudadana en el país. Sin embargo, algunos críticos de la tregua temen que ésta haya acentuado de manera peligrosa el perfil de las pandillas callejeras, y les haya provisto de los recursos necesarios para ejercer una mayor influencia sobre las instituciones del gobierno. El impacto a largo plazo de la tregua, y el tiempo que va a durar, está por verse.




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