La MS-13 fue fundada en los barrios de Los Ángeles en los años ochenta.
Como resultado de las guerras civiles en El Salvador, Guatemala, y Nicaragua,
los refugiados se movieron masivamente hacia el norte. Muchos de ellos
terminaron en Los Ángeles, viviendo en su mayoría en los barrios mexicanos del
este de Los Ángeles. Mientras las pandillas mexicanas reinaban en el bajo mundo
local, los inmigrantes endurecidos por la guerra fácilmente se organizaron en
grupos rivales. El más fuerte de ellos se llamó la Mara Salvatrucha.
La pandilla inicialmente estuvo compuesta por refugiados de El Salvador
en el barrio Pico Unión, que es de donde proviene el nombre: “mara” es un
término centroamericano para pandilla; “salva” se refiere a El Salvador;
“trucha” es un término del argot para “inteligente” o “fuerte.” Sin embargo,
con la concentración de hispanoparlantes en Los Ángeles, la pandilla se
expandió a otras nacionalidades y luego a otras ciudades.
Los rivales de la pandilla tomaron nota. Una, conocida como la Mafia
Mexicana, o “la M”, una de las más legendarias pandillas de California, decidió
incorporar a la MS a su alianza regional latina de pandillas. Llamados los
“Sureños,” la alianza incluyó a varias pandillas prominentes y se desplegó en
gran parte del suroeste de los Estados Unidos y México. Proporcionó más
protección a la MS en los barrios y en prisión. A cambio, la MS suministró
sicarios y añadió a su nombre el número 13, la posición que ocupa la M en el
alfabeto. De este modo, la MS se convirtió en MS-13.
A finales de los años noventa, Estados Unidos trató de hacer frente a lo
que estaban empezando a reconocer como una amenaza criminal significativa. En
parte como una manera para lidiar con la MS-13, y en parte como producto de la
dura presión migratoria hacia el final de la presidencia de Bill Clinton, el
gobierno comenzó un programa de deportación para residentes nacidos en el
extranjero condenados por una amplia gama de delitos. Esta política de deportación
a su vez incrementó enormemente el número de miembros de la pandilla enviados a
El Salvador, Honduras, Guatemala, y otros países. Según una estimación, 20.000
criminales regresaron a Centroamérica entre 2000 y 2004. Esta tendencia
continúa. Un oficial del orden público estadounidense dijo a InSight que Estados Unidos envía de
regreso a 100 ex-convictos por semana sólo para El Salvador.
Los gobiernos centroamericanos, algunos de los más pobres y más
ineficientes en el hemisferio occidental, no fueron capaces de lidiar con la
influencia criminal, ni tampoco fueron debidamente advertidos por las
autoridades estadounidenses. Los convictos, que a menudo sólo tenían la más
escasa conexión con sus países de origen, tuvieron pocas posibilidades de integrarse
en la sociedad legítima. A menudo ellos retornaron a lo que conocían mejor: la
vida pandillera.
De este modo, la decisión de utilizar la política migratoria como una
herramienta contra las pandillas generó el violento crecimiento de la pandilla
en el Triángulo del Norte: El Salvador, Guatemala, y Honduras. Las cifras
varían pero el Comando Sur de los Estados Unidos dice que hay unos 70.000
miembros de pandillas en el Triángulo del Norte. La proliferación de las
pandillas ha acompañado el aumento en las tasas de homicidios. El área tiene la
tasa de homicidios más alta del mundo, en una región que no está en guerra.
De estas pandillas, la MS-13 es la más grande de la región. La migración
centroamericana hacia otras partes de Estados Unidos, como el área de Nueva
York y Washington D.C., contribuyó a fomentar la difusión de la MS-13 en Estados Unidos también. Los vínculos de la
MS-13 con el tráfico ilegal de personas desde Centroamérica, ha contribuido a
fortalecer el lugar de la pandilla en el atestado panorama criminal de México,
especialmente en la región fronteriza del sur.
Modus Operandi
Sobre el papel, la MS-13 tiene una jerarquía, un lenguaje, y un código
de conducta. En la realidad, la pandilla está poco organizada, con células en
toda Centroamérica, México y los Estados Unidos, pero sin un solo líder
reconocido. Los líderes son conocidos como “palabreros”. Estos líderes
controlan lo que se conoce como las “clicas,” las células que operan en
territorios específicos.
Estas clicas tienen sus propios líderes y jerarquías. La mayoría de las
clicas tienen la “primera palabra” y “segunda palabra,” en referencia al
primero y segundo al mando. Algunas clicas son trasnacionales; algunas luchan
con otras y tienen reputaciones más violentas. Algunas clicas controlan clicas
más pequeñas en una región determinada. También tienen tesoreros y otras
posiciones pequeñas de funcionarios.
Las principales actividades de la MS-13 varían mucho de una región a
otra. En Centroamérica, donde el alcance y el tamaño de la pandilla (en
relación a las proporciones generales) es más grande, las operaciones de la
MS-13 son más diversificadas. Esto incluye la extorsión, el secuestro, y el
control del mercado ilegal de drogas en el barrio. Sus delitos, como la
extorsión a compañías de autobuses, son posiblemente más perjudiciales
diariamente para más personas, que cualquier otra actividad criminal en la
región. En los Estados Unidos, por el contrario, la pandilla opera más como una
pandilla callejera estadounidense, con un énfasis en las ventas locales de
droga y la “protección” del territorio urbano.
La MS-13 también mantiene su relación con la “M”. La MS-13 ha designado
algunos intermediarios para pasar un tributo a la pandilla en Los Ángeles.
Algunos establecen que las dos organizaciones han formado un triángulo
internacional de poder de personas que pasan del área de Los Ángeles a El
Salvador y de vuelta a través del corredor Washington D.C. – Virginia.
Con sus raíces históricas en Centroamérica y las ciudades de los Estados
Unidos, gran parte del reciente crecimiento de la MS-13 se ha concentrado en
México. La pandilla es más fuerte en la región fronteriza con Guatemala,
especialmente en el estado de Chiapas. Atraídos por las decenas de miles de
migrantes centroamericanos que buscan un corredor ilegal a través de México
hacia los Estados Unidos, la MS-13 se ha convertido en uno de los jugadores más
importantes en la floreciente industria del tráfico de personas en la nación.
Gracias en gran parte a su territorio compartido, la MS-13 también ha
comenzado a forjar relaciones con algunas redes trasnacionales de tráfico de
drogas. En Centroamérica, la MS-13 provee mano de obra crucial para las
organizaciones extranjeras, ayudando a grupos como los Zetas y el Cartel de
Sinaloa a vender drogas en el mercado local, intimidar rivales, y llevar a cabo
ejecuciones.
Tal vez el ejemplo más obvio sea la ya
mencionada política de deportaciones de extranjeros condenados por delitos en
los Estados Unidos. Sin embargo, los gobiernos centroamericanos también han
contribuido: las políticas de “mano dura”, que encarcelaron a jóvenes sobre la
base de la apariencia y la asociación así como por las actividades criminales,
se convirtió en la norma después de su implementación por el Presidente
salvadoreño Antonio Saca, a principios de los
2000s. Como resultado, El Salvador, Honduras, y Guatemala vieron a la
población carcelaria desbordarse con miembros de la MS-13 y otras pandillas.
Debido a los frágiles sistemas carcelarios en cada uno de esos países no
estaban preparados para la repentina afluencia de miles de miembros de
pandillas organizados y violentos, la violencia aumento considerablemente al
interior de las cárceles. Como
respuesta, las autoridades separaron a las pandillas, pero esto les abrió un
espacio para organizarse. En prisión, por ejemplo, se les da una libertad y una
seguridad que ya no es posible tener por fuera. Frecuentemente tienen acceso a
teléfonos celulares, computadores, y televisión. Como resultado, las filiales
de la MS-13 en Centroamérica han podido reconstruir sus estructuras
organizativas desde el interior de las cárceles, así como expandir su capacidad
de llevar a cabo delitos como secuestros, robo de autos, esquemas de extorsión,
y otras actividades criminales.
La pandilla se encuentra actualmente en segunda o tercera generación y el ciclo
parece difícil de romper. Los jóvenes entran a la pandilla debido a que a
menudo la ven como su único camino a través de la creciente violencia que los
rodea. La entrada es a menudo igualmente violenta, incluyendo una fuerte
golpiza de 13 segundos que muchas veces puede terminar en tragedia, incluso
antes de que la carrera en la pandilla comience. Los miembros antiguos buscando
escaparse encuentran reglas internas que podrían haber creado para prevenir la
separación de muchos de ellos. Algunas clicas, por ejemplo, penalizan la
deserción matando a la persona. Incluso si pueden escapar de su membresía, sus
tatuajes a menudo los marcan de por vida.
En El Salvador, por lo menos, en los últimos
meses los miembros de la MS-13 han tenido un respiro de su habitual estilo de
vida violento. En marzo de 2012, los líderes de la MS-13 y sus rivales del
Barrio 18 acordaron una tregua nacional negociada a través de grupos de la
comunidad y la iglesia, y facilitada por el gobierno. El aparente cese al fuego
fue seguido por una gran caída en la tasa de homicidios de El Salvador, la cual
muchos esperaron que marcaría un mayor cambio en la seguridad ciudadana en el
país. Sin embargo, algunos críticos de la tregua temen que ésta haya acentuado
de manera peligrosa el perfil de las pandillas callejeras, y les haya provisto
de los recursos necesarios para ejercer una mayor influencia sobre las
instituciones del gobierno. El impacto a largo plazo de la tregua, y el tiempo
que va a durar, está por verse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario